Comienza el equoloquio planteando la siguiente cuestión: ¿qué es vivir bien?
En nuestra tradición está la idea de la moderación ya desde la filosofía griega, y en concreto en la filosofía aristotélica: vivir bien es alejarse del defecto (carencia de algo) y del exceso (acumulación o abundancia) buscando el término medio (moderación) en razón de las necesidades de cada persona. Más tarde, también la tradición cristiana rechaza el exceso de bienes materiales de forma explícita en el mensaje evangélico. Hoy en día todos entendemos que carecer de unos mínimos para nuestra subsistencia es algo malo, pero no consideramos igualmente malo el exceso y la acumulación de bienes materiales, más bien se potencia socialmente la tendencia a la acumulación. ¿En qué momento hemos dejado de pisar ese suelo ético de la tradición mencionada más arriba?
Este es el punto de partida del equoloquio a partir del cual los asistentes a nuestra convocatoria dialogamos sobre la propuesta decrecentista para responder a la pregunta “¿qué es vivir bien en un mundo solidario y sostenible?”.
Vamos a exponer el repertorio de las principales aportaciones:
Sobre el trabajo:
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El trabajo asalariado. En nuestra sociedad solamente se valora el trabajo asalariado, quedando sin valor las labores dedicadas al cuidado (principalmente realizadas por mujeres), a la solidaridad y colaboración (voluntariado) y otras labores (donaciones, favores, apoyos…) que mejoran nuestras relaciones sociales. Todo este tipo de actividades no están cuantificadas en indicadores tipo PIB, aunque son fundamentales para la cohesión social. Se cita en este punto el estudio de “The new economic fundation” sobre la reducción de la jornada laboral para mejorar el modelo de vida y potenciar otro tipo de actividades y empleos más allá del trabajo asalariado.
Sobre el ocio:
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El mito del incremento del ocio: un maltendido frecuente es que los trabajadores industriales disfrutan de más ocio que los trabajadores pre-industriales. Sin embargo, la verdad, según muestran estudios etnográficos, parece ser justo lo contrario. Si bien es cierto que ha habido una reducción de la jornada laboral durante el siglo XX, esta reducción ha sido con relación a la Europa industrial del siglo XIX, cuando los trabajadores dedicaban más de 12 horas diarias al trabajo; pero en absoluto es así en relación a las sociedades pre-industriales.
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El tiempo del ocio en la actualidad se considera un tiempo útil solo si se consume, si se realizan actividades mercantilizadas (que cuestan dinero) y que siguen el modelo industrial, por ejemplo la industria del turismo de masas, el gimnasio y el culto al cuerpo, ir de tiendas o shopping… También se habló de actividades pasivas y adictivas como ver la televisión o seguir la liga de futbol (el pan y circo actual) que nos distraen de otras ocupaciones más enriquecedoras.
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La conclusión parece ser que no solo ha habido una expropiación del tiempo de trabajo sino también del tiempo del ocio.
La idea es que sería deseable, para vivir bien, reducir el tiempo de trabajo asalariado y apropiarnos del tiempo de ocio con actividades creativas y participativas. Uno de los participantes puso el ejemplo de la botella o la copa vacías, donde lo importante no es el continente sino la nada del hueco de esa copa o botella, queriendo indicar que es importante el tiempo realmente libre, vacío, para que de ese tiempo vacío surja algo.
Las previsiones del Club de Roma:
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Los modelos de simulación informática realizados por investigadores del MIT (Michigan Institute of Technology) a petición del Club de Roma, prevén que la humanidad se dirige hacia un colapso en el transcurso del siglo XXI, si se mantienen inalteradas las tendencias de crecimiento económico, desarrollo industrial y expansión demográfica. La necesidad de revisar la concepción moderna del desarrollo para comenzar a tomar en serio políticas decrecentistas es la conclusión principal que se extrae de los resultados de esos modelos.
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Se deja constancia de que las soluciones teóricas a los problemas basadas en el crecimiento (hacer la tarta cada vez más grande) y que son asumidas por economistas de distintas ideologías (izquierdas y derechas) no es posible en un planeta finito. Sería necesaria una intervención institucional que rompa con esas falsas soluciones.
El término “decrecimiento”:
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Parece haber unanimidad entre los participantes en que el término “decrecimiento” es un término peyorativo porque suele asociarse a “ir a menos” o “vivir peor”; pero también es un término que llama la atención y mueve conciencias. ¿Cómo podemos plantear este término de forma positiva? Se aportan algunas ideas, como la del caracol, que interrumpe el crecimiento de su concha antes de que le aplaste, o el deseo que siente una población cuyas tierras han sido inundadas en una crecida…
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Planteamos que hay unos mínimos a partir de los cuales no es necesario crecer materialmente más para ser más feliz (en torno a 13.000 dólares/año); a partir de esta cantidad no aumenta la felicidad según estudios realizados. Se pone el ejemplo de algunas comunidades rurales de la India y los programas de la Fundación Vicente Ferrer.
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La propuesta decrecentista de Serge Latouche: cambio de nuestras prioridades. Latouche propone que, en contraposición al prefijo “hiper” de la sociedad del exceso, usemos el prefijo “re” con relación a los siguientes términos: re-evaluar, re-conceptualizar, re-estructurar, re-localizar, re-distribuir, reducir, re-utilizar y reciclar. Este cambio en nuestro imaginario conllevaría un cambio de actitud y de conducta en las personas y sociedades.
Decrecimiento versus austeridad:
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La simplicidad voluntaria propia de una sociedad decrecentista nada tiene que ver con la mal entendida y aplicada austeridad de los recortes, que está afectando a las capas más desfavorecidas de la población. Esta simplicidad en nada afectaría a los derechos básicos de las personas sino que antes bien los garantizaría. Por otro lado, no toda la población mundial debería de decrecer, sino que en algunos países y zonas depauperadas sería necesario un crecimiento material. Igualmente en los países hiper-desarrollados, no todo habría de ser decrecimiento, sino principalmente en el ámbito material; en estas sociedades se debería crecer cualitativamente: calidad del ocio, de la alimentación, de la cultura, de los cuidados, calidad de los electrodomésticos y maquinaria en general…
Globalización del modo de vida americano:
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El modo de vida americano (consumista) es la otra cara de la moneda del productivismo. Para dar salida a una producción siempre mayor es necesario tener a la población dispuesta a consumir continuamente y cada vez más sin obtener una satisfacción final.
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Se aporta que una de las causas del crecimiento insostenible es el consumismo dirigido e incentivado por la publicidad, que ha hecho que cada vez se extienda más el american way of life. Esto ha llevado a que la población mundial en general cada vez desee tener más, consumir más y desechar más.
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El automóvil: máximo exponente del modo de vida americano, favorecido por el fordismo. Se aporta la interesante idea de que simboliza la libertad, la posibilidad de ir de un sitio a otro por decisión propia, cuando en realidad tenemos dirigidas nuestras vidas en el trabajo y en el ocio, como ya se dijo más arriba; se trata a lo sumo de una “sensación de libertad”, pero de una libertad falsa: elegir una marca u otra, un destino u otro, que se diferencian muy poco o nada.
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Las ciudades: la configuración actual de las ciudades (el modelo de ciudad difusa) se ha planificado para un mayor uso del automóvil y para la individualización y aceleración de los ritmos de vida, dificultando con ello la vida social de las personas. También se habla de la creación de guetos dentro de las ciudades y el aumento del clasismo en sus varias manifestaciones: racistas, xenófobas,…
Otras ideas que salieron sin mayor desarrollo:
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La profesionalización cada vez mayor alcanza también a la política, lo que lleva a la desafección globalizada hacia esta. Las personas no encuentran el modo de participar en la política como ciudadanos y se vuelcan en el ocio programado del que ya hemos hablado más arriba.
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El crecimiento como regla de oro de las empresas que se aprecia en los programas de los MBA (Master en administración de empresas). Esto lleva a conductas empresariales depredadoras (fagocitan otras empresas) y psicóticas (no tienen conciencia del daño que causan).