Nuestra candidata de Equo Marina Rodríguez por Unidos Podemos publica en Tribuna en La Rioja:
Vaya por delante que el discurso ecológico ha ido permeando en los diversos partidos que concurren a estas elecciones y han quedado atrás posturas negacionistas, que cínicamente negaban o ninguneaban desastres ecológicos como el agotamiento de los recursos naturales, el cambio climático, la subida de la temperatura en los polos, la pérdida de biodiversidad, etc. Incluso ahora, el PP introduce la ecología en su programa.
Todos los problemas o una gran parte de los que sufre la humanidad actualmente se deben a un modelo productivo donde la economía es el único punto de mira, subordinando todo lo demás a la obtención del beneficio privado. La locura de este sistema productivo y su contradicción se pone de manifiesto en el PIB: cualquier desastre ecológico conlleva un aumento del producto, o sea, un enriquecimiento. Pero, ¿alguien puede pensar que la destrucción de masa forestal por la industria del fracking o el hundimiento de un petrolero nos enriquece? Enriquece a algunos, pero empobrece a todos.
Hasta la fecha las soluciones que se van dando son de esas que se pueden denominar “de final de tubería”: se pone la solución tecnológica una vez que surge el problema, olvidándonos del origen del mismo.
Desde la ecología política la visión es diferente. Desde hace muchos años llevamos diciendo que la crisis actual no sólo es una crisis económica, por más que nos la quieran vender así. Es una crisis ecológica, política, social y económica. A ella no podemos enfrentarnos como proponen otros partidos con propuestas económicas que están llevando a la miseria a miles de personas y enriqueciendo a un oligopolio empresarial y financiero muy globalizado. Son cínicos porque saben perfectamente que así no vamos a superar tanta desigualdad y si salimos ahora será para caer más tarde más profundamente todavía. La ciudadanía ha de ser consciente de que el futuro no está en este sistema productivo ciego, sino en un sistema que tenga en cuenta que los recursos que tenemos son limitados, que cree estructuras sociales mucho más colaborativas, un sistema que hunda sus raíces en la igualdad social, el principio de precaución y la democracia real.
El modelo globalizado que nos han vendido es pan para hoy y hambre para mañana. No hay más que echar un ojo a nuestra comunidad: Altadis es solo el último episodio de aventura empresarial privatizadora y globalizadora. Los apóstoles de la globalización deberían explicar qué hay de justo en un sistema globalizado en que los beneficios son de unos pocos y las pérdidas son de todos. Este es el modelo del contubernio de las élites que dominan España. Pero no es el que queremos para La Rioja, donde alrededor del 93% de las empresas tienen menos de 10 asalariados y un 5% entre 10 y 50. Es con estas empresas con las que hay que trabajar, a las que hay que apoyar. No se puede decir que se apoya al pequeño comercio y luego crear un modelo de ciudad que fomenta la visita a los grandes centros comerciales, por poner un ejemplo.
La Rioja necesita un modelo productivo verde desde la raíz. En agricultura, además de empezar por reducir, si no eliminar, el uso de plaguicidas y fungicidas químicos, debemos apoyar todas aquellas iniciativas dedicadas a la producción ecológica y cercana, y fomentar la demanda de ésta; sólo así podemos frenar el éxodo rural cada vez más acuciante, disminuir los kilómetros que viajan los productos que consumimos y reducir los gases de efecto invernadero. En el sector de la construcción, en rehabilitación energética todavía queda prácticamente todo por hacer. En producción de energía renovable, más de lo mismo, siendo una de las comunidades que menos invierte en ella. Basten estos ejemplos para señalar algunas de las iniciativas que podrían emprenderse sin cambios traumáticos.
Pero economía verde o ecológica, como he dicho al principio, es parte de un modelo que no es sólo productivo. La economía del PIB, para que nos entendamos, desprecia claramente todo el trabajo y entrega que hay detrás de cada acción productiva, lo cual genera grandes desigualdades. Efectivamente, debemos valorar de alguna manera todos aquellos trabajos reproductivos, el de los cuidados, que actualmente son o no pagados (como el trabajo de casa) o mal pagados (servicio doméstico, asistencia domiciliaria) o poco a poco devaluados por efecto de los recortes (sanidad y educación principalmente).
Para nosotros y nosotras aplicar un modelo de economía verde supone avanzar hacia la eliminación de la desigualdad social y democratizar radicalmente nuestra sociedad, haciendo que la participación en la toma de decisiones que nos afectan económicamente sea una participación real, y no la participación a la que nos tiene acostumbrada la élite política dominante, como han demostrado con las negociaciones del TTIP.